jueves, 4 de julio de 2013

Capítulo 3 - I

Corre.

Corre. Más rápido, más rápido. Debo llegar. En este muro, giro. Giro de nuevo.

Llegan  a mí, van a apresarme. Debo correr, no está tan lejano. Percibo el sonido, el sonido de un grito apresado. Debo correr más, más, hasta llegar, hasta llegar a la trampilla. Siento que mis piernas flaquean y debo llegar. No puedo demorarme.

En la carrera, recuerdo. Le recuerdo a él, enseñándome a disparar. "Firme", decía, "firme, ¿lo ves? Apunta, siente la madera entre tus dedos y mira fijo, apunta bien". Recuerdo sus sonrisas, cálidas; sus ojos, resueltos. Esos dos pares de ojos que me miraban y preguntaban inquietos, esas miradas de color del mar. Siempre me seguían, de la mano, entre los campos, cazando mariposas con el rojizo cabello bailando al son del viento. Los ecos de sus risas aún suenan en mis oídos.

Corría entre los árboles, hacia el blanco. Entre la maleza, como me enseñó, salvando obstáculos. Corría, como un cazador persiguiendo y acechando a su presa, corría como corro hoy. En un ritmo frenético. No puedo dejar de correr, ya vienen.

Giro y entro. Oigo sus pisadas, sus gritos. Dan órdenes. Vienen tras de mí, como grandes gigantes dejan sus huellas contra el muro. ahí está el libro, cógelo.

Ya vienen. Ya vienen.

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